El actor argentino presenta Una relación pornográfica junto a Cecilia Roth en el Solís
La cita es en su habitación del hotel Radisson, pero tras algunos golpes en la puerta Darío Grandinetti no contesta. Entonces se lo llama por teléfono y el actor sale enseguida, preocupado, pide disculpas por la distracción y ofrece un vaso de agua, mientras de un pequeño parlante suena fuerte música de jazz. “Estaba tratando de encontrar el Mercado del Puerto”, dice con el tono calmo y pausado que mantendrá toda la entrevista, todavía extasiado por la vista que se contempla desde el ventanal de su habitación.
El actor, de 55 años, se revela una persona frontal y transmite mucho de esa sensibilidad que impusiera en la piel de Oliverio Girondo en El lado oscuro del corazón (1992) y en el rol de un escritor sufriente por su amada en coma en Hable con ella (2002), película ganadora del Oscar a mejor guión original.
El argentino se encuentra en Montevideo para presentar desde hoy y hasta el domingo la obra Una relación pornográfica, de Philippe Blasband, en el Teatro Solís, junto a Cecilia Roth y con dirección de una de las figuras más destacadas de la escena porteña, Javier Dualte, quien presentó en el mismo recinto hace dos años Baraka, también con Grandinetti. La obra, que lleva más de un año en cartel en Buenos Aires, reflexiona sobre una pareja que empieza siendo informal hasta que uno de ellos se enamora.
La relación con Roth es “muy armónica, la verdad es que enseguida nos llevamos muy bien. En esto obviamente tuvo que ver Dualte, a quien conozco desde hace mucho tiempo y me cuesta imaginarme hacer una obra de teatro con otro director. Es la tercera seguida, tenemos dos proyectos más juntos”, sostuvo el actor, quien estrenó la semana pasada además el filme Inevitable, del director español Jorge Algora, y estará presente también enRelatos salvajes, la vuelta del creador de Los simuladores, Damián Szifrón, al cine en agosto.
¿Cuándo fue la primera que dijo “quiero ser actor”?
Al poco tiempo de empezar a tomar clases en Rosario, había algo que me pasaba, no sabía bien qué era y después con el tiempo uno empieza a elaborar algunas cosas. Creo que a mí lo que me pasó es que sentí que me prestaban atención. Me sentía cómodo en el escenario, me resultaba natural, en todo caso las dificultades las enfrentaba sin traumas.
Esa fluidez, ¿le pasaba en su vida más allá de la actuación?
No, no. Me manejo mucho mejor arriba del escenario o delante de una cámara que en la vida. Es como si me costara menos encontrar la solución o saber hacia dónde tengo que ir para que la cosa sea armoniosa. Yo, por ejemplo, quería jugar al fútbol, me había ido a probar a un club y me iba bien, querían que firmara, pero yo me daba cuenta de que ahí había un esfuerzo grande que hacer. Había que entrenar, acostarse y levantarse temprano, no fumar, no salir de noche, una serie de cosas que yo ya había empezado a hacer y por las que transitaba cómodamente. Lo otro me aparecía un sacrificio y que si lo hubiera decidido lo hubiera hecho, pero me resultaba más natural ser actor.
¿Qué quería ser de niño?
Cuando era niño cantaba en el colegio y actuaba en los actos, tocaba un poquito a guitarra y el bombo. Pero después no canté más, sí en alguna comedia musical. Pero yo no pensaba ser actor, no es una vocación irremediable, no me cuesta nada imaginarme sin actuar.
¿Y qué haría?
Nada. Me gusta no hacer nada. Pasear… Algo haría, obviamente, me gusta la radio o de vez en cuando haría una obra de teatro o una película si me gusta mucho el proyecto, pero podría salirme de esta necesidad de trabajar. De hecho no paro porque no puedo, porque tengo que seguir trabajando, porque no me sobra la guita ni me va a sobrar nunca.
¿Siendo un actor tan famoso?
No, los actores no somos millonarios, porque por cada cosa que uno hace, la gente no tiene ni idea de por cuánto tiempo no hacemos nada.
¿Y la televisión?
La televisión es algo que he hecho mucho tiempo y que no descarto volver a hacer. No estoy peleado con la televisión, no tengo ningún problema. Pero prefiero hacer cosas en las que el tiempo juegue a mi favor, como el teatro o el cine. En una época se hacía muy buena televisión, suelo ver programas que me gustan, pero son los menos. Y tampoco creo que eso esté peleado con el rating. Se puede hacer buena televisión con rating.
Su participación en Televisión x la inclusión (ciclo por el que se convirtió en el primer actor argentino en ganar un Emmy), ¿tuvo más que ver con su compromiso político, que nunca oculta, o con el proyecto en sí?
Fue el proyecto y fue una manera de ponerle cuerpo a la nueva ley de medios que yo apoyaba. Si bien este programa no se hizo con la ley de medios funcionando a pleno, era una muestra de lo que se podía hacer y que aquello por lo que se estaba peleando valía la pena, porque se podían hacer estas cosas, de las que la televisión comercial no se ocupa.
¿Le molesta cuando se critica a los actores que se manifiestan políticamente?
No, lo que me molesta es que piensen que yo lo hago porque recibo algo a cambio. Ese pensamiento estúpido de que nadie dice lo que dice porque simplemente lo cree, no hace más que descubrir cómo son ellos. Yo estoy a favor de un modelo que a cambio me da más científicos en el país, mayor inclusión, mayor presupuesto a la educación, mayor aporte a la cultura, leyes que tienen que ver con los derechos humanos, una nueva ley de medios, la recuperación de YPF y de Aerolíneas Argentinas, de los trenes, una política internacional integracionista, que suma a países hermanos, con los que por lo único que nos tenemos que pelear es por el fútbol y nada más, tenemos que dejar de ser tan idiotas, incluso por el fútbol. Es un momento de Sudamérica que yo no creí que iba a vivir, la verdad, por eso yo le agradezco a Kirchner, a Cristina, a Pepe, a Chávez, a Correa, a Evo Morales y yo quiero que mis hijos y mis nietos, cuando tenga, crezcan en un mundo, así, más parecido, y que si esto continúa va a seguir mejorando. Las otras propuestas políticas son para ir para atrás, con todo lo que falta para hacer, pero lo que falta lo van a hacer estos gobiernos, con estas ideas.
En una entrevista de La Nación declaró: “la gente me chupa un huevo”. ¿Por qué dijo eso?
Me refería a que la gente crea que yo no debo hablar, que está mal que me la juegue, esos me chupan un huevo, me molestaría que mis hijos algún día me dijeran “papá, no te la jugaste en un momento en el que había que jugársela”. Pero sí, cuando lo leí, no quedó claro, parecía que hablaba de la gente en general, para nada, al contrario, sino no estaría defendiendo estos proyectos que piensan en la gente, que son inclusivos.
Volviendo un poco a lo actoral, ¿Cuál cree que fue el papel más importante de su carrera?
Hay tres o cuatro cosas que me fueron cambiando. Primero una obra que hice con Sergio Renán en 1982. Luego la primer película que hice con Doria, Darse cuenta. Después de eso El lado oscuro del corazón, fue algo a partir de lo cual aparecieron otras cosas entre las cuales surge Hable con ella, que fue revolucionaria para mí, porque me abrió las puertas de otros países. Y después el volver a hacer teatro, estuve siete años sin hacer teatro porque me estaban ofreciendo mucho cine. Eso me permitía filmar dos películas por año, a veces tres, y venirme a Rocha con la familia.
¿Qué le sorprendió de Pedro Almodóvar?
Su sencillez. En broma digo que me decepcionó porque me habían dicho tantas cosas y conocí a un director con más talento de lo normal, con una idea muy acabada de lo que quería, un artista, pero que a la hora de comunicarse con el actor no me pedía nada raro, había momentos en los que parecía que él quería gustarme más a mí que yo a él. Yo siempre cuento que nunca fui tan tranquilo a una filmación como en esos días, a pesar que fue la película que más tiempo me llevó.
Esa emoción que transmitía constantemente en la película, ¿era pautada?
Eso estaba en el guión. Un día (Almodóvar) me contó que el título que quería ponerle a la película era El hombre que llora (el director, de hecho, declaró ante el estreno del filme que Grandinetti “es el hombre que mejor llora en el cine”).
¿Le queda algún sueño laboral pendiente?
Yo nunca tuve ambiciones. Durante algún tiempo tenía muchas ganas de hacer Cyrano de Bergerac en el teatro, pero tampoco debe haber sido muy grande el deseo porque si no me hubiera ocupado de generarlo. Cuando yo empecé en Rosario a hacer teatro no soñaba ni con el 20 % de lo que me pasó, así que no siento que tengo cuentas pendientes. Lo próximo que voy a hacer es una cosa que me viene dando vueltas en la cabeza hace 14 años, pero no pasaba nada si no lo podía hacer. No siento grandes frustraciones. Soy más del presente, del día a día.
¿Cuál es el proyecto?
Un monólogo que se llama Novecento, la leyenda del pianista en el océano, el original es un monólogo de Alessandro Baricco. Seguramente lo haré en el Paseo La Plaza, pero con producción de Pablo Kompel y dirección de Javier Dualte seguro.
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